16/1/11

Estos últimos días parezco más un vegetal que un humano. Hago la fotosíntesis, pero no con luz solar sino con la luz que desprendes. En realidad no es una luz que todos podemos ver. Es una luz especial, que ilumina hasta el sitio más oscuro y lóbrego que puedas encontrar en la faz de la Tierra. Además de luz necesito más cosas para vivir. Agua y alimentos entre ellas. Estas dos cosas las ingiero por puro hábito. Yo no las necesito para vivir. Solo te necesito a ti. Pero también sabemos todos que una planta muere, se marchita. Todos nacemos y morimos. Cada día muere o nace una persona. Y entre el nacimiento y la muerte hay una vida, un período de tiempo que sirve exclusivamente para reproducirnos, lo que conlleva a enamorarnos (en algunos casos) y crear un hijo, un descendiente que hará exactamente lo mismo que nosotros: enamorarse. Enamorarse significa sufrir. En algún momento de ese enamoramiento se sufre, nadie sale de un amor impune. Sin ese amor una planta muere. Si no la cuidamos, la regamos todos los días y le cortamos las malas hierbas se marchitará. Y yo necesito que me cuides, que me beses y que me protejas. No hay peor sentimiento que el del vacío que siento cuando tú ya no estás conmigo. Ojala tu compañía fuera infinita, sería el mayor de los placeres.


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